(Cartel de la exposición)

En los últimos meses hemos podido ver cuatro exposiciones que se salen de la norma y que son una buena muestra del magnífico estado actual del arte de los títeres en España. Rompen con las viejas y cutres exposiciones que consistían en colgar muñecos de las paredes para exclusivo solaz de los niños y niñas. Títeres que no tenían cartelas donde se explicara cuál era su procedencia y quién su autor. Muñecos dispuestos sin orden ni elegancia, sin cariño.

En Pozuelo de Alarcón (Madrid), nuestros amigos granadinos de Etcétera nos han guiado por su magnífica colección de máscaras y marionetas, joyas recolectadas en elegantes subastas de París, en el tugurio de algún anticuario holandés o checo, junto a unos arrozales vietnamitas o en la cabaña de un viejo chamarilero africano. De la Caverna al Cine es un diario íntimo y personal desde las cuevas prehistóricas al siglo XX, que será, como afirma Toni Rumbau en el artículo que les ha dedicado, la base para crear una exposición estable en Granada.

De la Caverna al Cine, Espacio Mira de Pozuelo de Alarcón, Títeres Etcétera. Foto E. Lanz.

En el teatro Fernán Gómez de Madrid, Juan Muñoz y su hija Elena, han presentado un recorrido que se inicia en los años cincuenta con los maestros que tuvieron que ver en el surgir de La Tartana, como Francisco Peralta y Gonzalo Cañas, con grupos que caminaron junto a ellos en los setenta y ochenta, como los andaluces de Axioma o los madrileños de La Deliciosa Royala, para acabar en un homenaje a dos artistas que se han ido recientemente y muy jóvenes: Gisela López, de El Retal, y Miquel Gallardo, que convivió en la compañía de Jordi Bertran, y que creó luego Tàbola Rassa y Pelmànec. Todo un acertado y emocionado viaje de Juan Muñoz.

Madrionetas, Teatro Fernán Gómez de Madrid, Juan Muñoz de La Tartana.

En el Centro de Historias de Zaragoza está a punto de acabar Magia y Memoria de las Marionetas, mi particular visión de más de 500 años de historia del títere en España y de su repercusión en los últimos años de la marioneta en Aragón.

Magia y Memoria de las Marionetas, Centro de Historias de Zaragoza. Foto Adolfo Ayuso

Y acaba de cerrar otra importante exposición en el Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha, en Cuenca: Ciencia y Magia en el Teatro de Figuras, comisariada por Jesús Caballero. A ella, y al interesante y largo proceso que ha llevado hasta su materialización, me voy a referir.

Una constante preocupación de Jesús Caballero ha sido la recuperación de elementos, maquinarias y escenografías teatrales del pasado. El 2 de abril de 2009 ─tras cuatro años de trabajo con un equipo de 25 personas─  presentaba en la Iglesia de la Santa Cruz de Cuenca su reconstrucción y puesta en escena de una Máquina Real ─con una estructura de más de 6 metro de ancho, por 4,50 de alto y cinco de fondo ─ tal como actuaba en los siglo XVII y XVIII en los principales teatros españoles, conducida por compañías de titiriteros con permiso real y contratos anuales firmados ante notario. Contó para ello con el asesoramiento del hombre que más sabe en España sobre su desarrollo y evolución, el antiguo titiritero, hoy profesor de Historia del Arte en la Universidad de Sevilla, Francisco Cornejo. Presentó la obra El esclavo del demonio, de Antonio Mira de Amescua (1577-1644). En julio de 2010 la condujo al corral de Almagro en su Festival Internacional de Teatro Clásico, con la obra Lo fingido verdadero, de Lope de Vega (1608), con dirección de Claudio Hochman.

Máquina Real, construida por Jesús Caballero, Iglesia de San Andrés, Cuenca. Foto Adolfo Ayuso.

La meticulosa construcción de la Máquina Real encarriló a Caballero hacia un sueño del que esta exposición es el segundo o tercer peldaño: fundar en su ciudad un Museo de la Historia del Teatro de Figuras en España. Un museo vivo que además de exhibir las piezas permitiera poner en funcionamiento real ─con breves funciones cara al público─ el teatro y las diversiones de tiempos pasados: representaciones de aquellos bavastels que luchaban en torneos a caballo o asaltaban castillos ─de los que hablaban el juglar Giraut de Calansó en 1211 o el filósofo Ramón Llull, sobre 1309─;  los pequeños retablos de tema religioso que portaban buhoneros en un baúl durante los siglos XV al XVII; o los más grandes retablos que trasladaban de fonda en fonda los maese Pedro cervantinos; o las grandes tarascas que desfilaban en los Corpus del siglo XVII por Sevilla, Valencia o Madrid, repletas de pequeñas figuras móviles que interpretaban corridas de toros o juegos de cuerda floja; o los artilugios ópticos llamados tutilimundi o mundinovi que mostraban en el XVIII escenas de caza o  vistas de la bahía de Cádiz o de las calles de Viena.

Boceto para la Tarasca de Madrid, 1670. Archivo de Villa, Madrid.

Para llevarlo a cabo, Jesús Caballero tuvo una idea genial. Promover un largo curso del INEM de talla, carpintería y pintura para ir construyendo los alumnos cada una de las piezas con la guía de adecuados maestros y el asesoramiento de varios investigadores. Con las obras construidas habría que buscar un espacio para fundar el museo donde exhibirlas. Con ese proyecto se conseguía abaratar mucho los costes de construcción y además se cumplía con la labor social de formación en el trabajo. Pero hacerlo ha sido mucho más peliagudo de lo esperado por las dificultades administrativas para la contratación del profesorado y porque no se ha podido contar con alumnos que ya tuvieran unos ciertos conocimientos previos de las labores que iban a realizar.

No obstante los resultados se han podido ver durante cuatro meses (de diciembre a abril) en esta magnífica exposición en los bajos del Museo de Ciencias de Cuenca.

Reproducción de una tarasca madrileña. Foto Adolfo Ayuso.

Destacan como piezas más llamativas la reproducción de una tarasca de Madrid del siglo XVIII ─cuyo tamaño debería de haber sido un poco mayor para aproximarse al real─ y la de un teatrillo de marionetas del XIX, del que se puede ver por los laterales el puente de manipulación, preparado para representar el Don Juan de Zorrilla. Junto a la tarasca se ha colocado una imaginaria e imaginativa muestra de cómo podría ser el sistema de movilidad del cuello de la tarasca, pues son muchos los escritores de aquellos tiempos que afirman que la sierpe o el dragón aproximaba su cuello a los aldeanos que la miraban fascinados y les arrancaba el sombrero de la cabeza aprehendiéndolo con su boca ante su estupor y las risas de los vecinos.

Mecanismo del cuello y boca del dragón apto para coger objetos con la boca. Foto Adolfo Ayuso.

Reproducción de un teatrillo de marionetas del siglo XIX de la obra Don Juan, de Zorrilla.

Interior del teatrillo con el puente de manipulación. Foto Adolfo Ayuso.

Se pueden ver otras piezas muy interesantes como el tutilimundi montado sobre una vieja rueda de carro que Caballero encontró en un viejo almacén. A través de sus visores frontales se puede ver la escena interior, que trata de una visión de un puente veneciano cruzado por unas enigmáticas y elegantes señoras. Muy curiosa pieza que ha llamado la atención de una especialista en óptica que anda también interesada en esta antigua diversión que Goya reprodujera en algunos de sus dibujos. La colaboración se hace imprescindible para lograr una reproducción fidedigna de aquellos artilugios.

Reconstrucción de un tutilimundi de finales del siglo XVIII. Foto Adolfo Ayuso.

Visión del interior del tutilimundi. Foto Adolfo Ayuso.

También resulta llamativa la interpretación de cómo era el retablo del maese Pedro que aparece en el Quijote. Caballero la presenta con la posibilidad de que trabajara sentado, ─que resulta solo una hipótesis─, aunque es fiel en la presentación de unas figuras del tamaño y el sistema de manipulación que se utilizaba en aquellos tiempos: títeres de peana o de palo o varilla inferior, con las ranuras adecuadas para que se pudieran sujetar sobre el estaribel que sirve de proscenio, tal como se puede ver en los grabados más antiguos, que son los que más se aproximan a la realidad técnica de aquellos tiempos. Los grabados posteriores al 1700 suelen representar marionetas de barra a la cabeza o incluso, después de 1850, con títeres de guante, técnicas de manipulación que no fueron las de los retablos de tiempos de Cervantes.

Caballería mora que sale en persecución de Gaiferos y Melisendra. Foto Adolfo Ayuso.

Muy logrado el pequeño retablo barroco del Gólgota, cuyas piezas poseen cierta capacidad de movimiento. El retablo se cierra por dos hojas de madera policromada que en su interior muestran escenas de la vida de Jesucristo. Muy similar debió de ser al que llevaban aquellos buhoneros que lo mostraban recitando en voz alta pasajes del Nuevo Testamento.

Retablo con figuras de movimiento. Foto Adolfo Ayuso.

Se pueden ver también algunos gigantes y cabezudos, algunas de las marionetas de la Máquina Real, una curiosa maleta portátil que al abrirse muestra un pequeño teatrillo, muy parecido a los checos, con figurillas de alambre a la cabeza, y unos títeres danzantes, tal cual se reproducen en muy diversos grabados.

Maleta portátil con figuras de alambre a a la cabeza. Foto Adolfo Ayuso.

Se acaba en los tiempos modernos, con una fantástica reproducción de unas marionetas diseñadas por Francisco Nieva para su obra Es bueno no tener cabeza, cuya primera representación fue con las sombras de actores tras un lienzo, pues fue la única manera de resolver dificultosos problemas técnicos ─los alquimistas Rómulo y Anteo discutían sobre la vida y el tiempo, cuando Rómulo cambia su cuerpo por el de una hermosa y desnuda doncella, y luego cambia su cabeza con la cabeza de su criado, algo muy difícil de realizar con actores de carne y hueso─ y escapar también a la férrea censura del franquismo. Nieva acabó resolviendo  el hacerlo con marionetas, pero solo llegó a perfilar los diseños sin llegar a ver su obra en escena. Jesús Caballero lo ha hecho. Y su trabajo seguro que hubiera agradado mucho al gran autor y escenógrafo.

Marionetas diseñadas por Francisco Nieva para Es bueno no tener cabeza. Foto Adolfo Ayuso.

Una de esas marionetas es la que preside el magnífico cartel de la exposición. Lo que nos recuerda que Jesús Caballero es el artista gráfico que diseña la cada vez más hermosa y compacta revista Fantoche, felizmente editada por Unima Federación España. Ahora solo falta que  Cuenca busque un espacio donde hacer permanente esta exposición.  Porque a lo mejor este gran proyecto tiene que buscarse otra ciudad, aunque tenga menos encanto.