“Yo debería de estar muerto, sí, muerto; como murió la utopía. ¿Acaso no murió? Se acabó, ya no existe. ¿Yo qué carajo hago acá durando?”

Roberto Espina en su última entrevista en 2017.

Ha muerto, a los 91 años de edad, Roberto Espina, actor, juglar, poeta, director, dramaturgo y siempre titiritero.

Roberto Espina era un hombre elegante; elegante proviene de elegir, escoger; el eligió su tiempo y sus acciones. El era un hombre libre, y el ejercicio de esa libertad le produjo mucho desasosiego, muchas incertidumbres y una manera pasional de afrontar los conflictos. Su compromiso siempre estuvo ligado a la búsqueda de las utopías igualitarias fruto de las ideologías socialistas del S.XIX y XX.

Siempre me unió a él una gran amistad y una enorme admiración por su quehacer teatral y su hacer personal. La primera vez que lo ví en 1997, en Buenos Aires, me describió en medio de una huelga general contra el gobierno de Menen, la teoría del NO HACER. El me explico su experiencia vital que se resume con sus palabras: Yo no elijo, me mandan, me empujan, caigo y tuve la fortuna de caer ahí.

Roberto Espina con Esteban Villarrocha.

Descubrí al sabio que vivía alejado del mundo (en su casa de la montaña) desplazándose en una casa rodante por el mundo y que sabía hacer del tiempo canon de la vida.

Las primeras conversaciones eran fueron en los años que marcaban el cambio de siglo. En esos años comenzó una relación que superÓ lo profesional para convertirse en afecto, creo que mutuo. De esa afectividad mutua nació un compromiso que más allá de lo personal nos llevo al análisis político y social del arte y más en concreto del Teatro y el arte de los títeres.

Recuerdo en una Feria del libro en Buenos Aires, discutimos una vez más, sobre el Fin de la Historia y el fin de las utopías. En esa conversación me reveló su compromiso político con el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende. Me conto su encuentro en Isla negra con Neruda, Nicanor Parra, Violeta Parra y Javier Villafañe y sus años recorriendo Chile con el Tren popular de la Cultura, haciendo campaña en los años sesenta del S.XX a favor de la Unidad Popular, con Neruda y un grupo de artistas chilenos progresistas, entonces descubrí al militante al hombre de acción, al hombre comprometido.

Siempre estuve atento a sus escritos y poemas, siempre admiré su capacidad para marcar el tiempo de las cosas. Su Literatura dramática y su poesía me permitieron conocer al artesano que trasciende su oficio y se convierte en artista.

Tuve la satisfacción de editar sus obras para títeres y darlas a conocer en España, que recibió sus enseñanzas en talleres y presentaciones. Siempre estuve abierto a sus críticas y sus alabanzas a su humor corrosivo y a sus extrañamientos.

Recuerdo en Cuba, en Santa Clara, en el Mausoleo del Che, compatriota y nacido el mismo año que Roberto, su voz se quebraba de emoción y cómo me habló de América Latina y sus venas abiertas. Entendí su exilio exterior e interior, su huía a la montaña y su extrañamiento.

Recorrí España, Argentina, Cuba y Portugal con él. Siempre hubo una gran  afinidad de ideas y una sintonía especial. Hablamos de cultura, de teatro, de pasiones y de política; aprendimos con él a buen comer y beber, descubrimos los poetas chilenos, la literatura argentina contemporánea y la dramaturgia criolla. Hablamos apasionadamente de ideología, de táctica y estrategia. Fuimos compañeros.


Viajando a Oporto (Portugal) a un Festival de Teatro, entre bacalao y vino habló de Teatro:

¿Puedo poner alma en lo que digo si estoy apurado? Por ahí anda el teatro, o más bien por ahí anda el arte. Muy ligado al elemento artesanal, aquello que acompaña al hombre como objeto querido, válido, no como una cosa. Y la palabra para el actor es eso, una reliquia. Cómo pulir, enriquecer y animar la palabra es el desafío del actor. El de un político sería cómo cumplir con la palabra, de allí que la palabra se ha desquiciado.

Sus obras para títeres figuran en las estanterías de todo titiritero latino que ama el oficio. Siempre estará en la memoria La República del Caballo muerto o su último espectáculo como actor El viaje de un teatrante. Siempre estuvo cerca de los títeres más allá de su pasión por el Teatro.

En Matanzas convivimos en el Taller Internacional de Títeres que organiza el Teatro Papalote. Disfrutamos enormemente viendo Andariegos. Loa a Villafañé de Rene Fernández un maravilloso homenaje a Javier. Fue entonces cuando entendí la diferencia entre mis dos maestros en el mundo de los títeres. Ellos coincidieron poco y lo poco que coincidieron fue viendo partidos del Boca Junior en Televisión. Dos poetas y titiriteros que han marcado me devenir personal.

Muchas anécdotas me quedan en mi recuerdo pero terminaré con mi última visita a Argentina hace un años y nuestro encuentro En San Marcos Sierra, lugar esotérico y colonia hippy, donde vio llegar la muerte. Creo que allí se instal´p en un nuevo extrañamiento porque ya no encontraba la utopía.

Viva hoy su literatura dramática y su poesía, sus escritos para el FRELIAPA y su estética anárquica y rebelde.

Se que se ha ido con el FRELIAPA a continuar la lucha, estoy seguro que allá donde este, volverá a poner en marcha su compañía Los comediantes de la ruta y se encontrará en la batalla con sus compañeros de Teatro Escuela Fray Mocho. Allá donde estés compañero Roberto estamos contigo.

Esteban Villarrocha